Los implantes dentales son la técnica más avanzada en la actualidad para reponer los dientes perdidos.
Consisten en unos tornillos que se insertan en el maxilar o la mandíbula de pacientes que han perdido algún diente, y funcionan como una raíz artificial.
Están fabricados en titanio, que es un material extremadamente compatible que se suelda con el hueso circundante mediante un proceso que se llama osteointegración
Esto permite que, una vez osteointegrados, sean capaces de soportar las coronas de los dientes artificiales que fabricaremos sobre ellos.
Los implantes dentales son una solución segura, efectiva y con un alto indice de éxito para muchos de los problemas ocasionados por la pérdida de dientes.
El implante va anclado en el hueso, y la corona sobre el implante, con lo cual evitamos tener que deteriorar los dientes adyacentes (tallándolos, como cuando se coloca un puente).
Permiten llevar dientes que parecen, se sienten y funcionan como los dientes naturales perdidos. Permiten comer de todo y con la misma comodidad que los dientes originales, cosa difícil de realizar con las dentaduras postizas tradicionales, incluso si el encaje es excelente.
Porque, al no moverse, no presentan las incomodidades de las prótesis removibles, como dolor o irritación de la encía.
Tratando de forma adecuada los tejidos que envuelven al implante (encía y hueso), podemos conseguir que el aspecto de las prótesis sobre implantes sea muy similar a un diente natural.
Las prótesis convencionales no transmiten la fuerzas masticatorias directamente al hueso, por lo que en las personas portadoras de este tipo de dentaduras no se detiene la atrofia ósea del reborde alveolar, que es la pérdida progresiva de hueso que se produce siempre tras la pérdida de los dientes naturales.
Esto tiene dos consecuencias: por un lado su aspecto facial aparece progresivamente más envejecido por la falta del soporte que da el hueso a los tejidos blandos de los labios, y por otro, con el paso de los años las dentaduras “se aflojan” (no porque se desgaste la prótesis, sino porque merma el hueso que las soporta.
Al estar anclados al hueso, el reborde alveolar de los pacientes con implantes sigue recibiendo el estímulo de la fuerza masticatoria y se limita mucho la atrofia del mismo, con lo que los tratamientos con implantes son más duraderos que los de los dientes postizos sin raíz.
En principio cualquier paciente es buen candidato para ponerse implantes, pero existen unos requisitos que el hueso debe cumplir.
La colocación de un implante necesita que exista suficiente anchura y altura de hueso y con una calidad suficiente para que el implante quede enterrado y estable.
La causa más frecuente de pérdida de hueso es el edentulismo: al ir perdiendo dientes, el hueso deja de recibir el estímulo de las fuerzas de la masticación, con lo que se produce, de forma progresiva, una pérdida de volumen (atrofia) del hueso del maxilar o la mandíbula.
Otras causas por las que se puede perder masa ósea son:
Puede perderse altura, anchura o ambas cosas a la vez. Afortunadamente, en el momento actual la escasez o ausencia de hueso ya no son un inconveniente para la colocación de implantes.
Los avances en cirugía maxilofacial nos permiten regenerar hueso y reponerlo en las zonas donde falta, para permitir la colocación de implantes en casi cualquier situación.
A la hora de planificar implantes hay que tener en cuenta también las siguientes peculiaridades anatómicas:
En el maxilar superior se encuentran los senos maxilares, que son dos cavidades huecas situadas en los sectores laterales.
A medida que el hueso del reborde alveolar se va atrofiando, queda menos altura disponible para colocar implantes; en otros pacientes, los senos maxilares pueden ser más grandes y estar situados más hacia abajo de lo normal, con lo que, sin haber llegado a perder hueso, la altura para poner implantes también puede ser insuficiente.
En estos casos pueden ser necesarias técnicas adicionales para reconstruir el hueso que falta.
En la mandíbula el limitante va a ser el nervio alveolo-dentario, parte de la tercera rama del Trigémino, responsable de la inervación sensitiva de los dientes de la hemimandíbula y la mitad del labio de ese lado correspondientes. Discurre en el espesor del hueso mandibular, en el llamado “canal dentario”, desde su entrada en la rama vertical y termina saliendo del hueso hacia el labio por el orificio mentoniano (entre el primer y segundo premolares).
La presencia del nervio puede limitar la colocación de implantes si se produce una atrofia en altura de mentonianos hacia atrás. En la zona central de la mandíbula, entre los dos agujeros mentonianos, al no haber nervio, tenemos mucha más altura disponible en casos de atrofias graves.